Letras del Periodismo
  • Portada
  • ACERCA DE NOSOTROS
  • RECOMENDACIONES
  • MUSEO VIRTUAL
  • CONTACTO
    • Portada
    • ACERCA DE NOSOTROS
    • RECOMENDACIONES
    • MUSEO VIRTUAL
    • CONTACTO

Letras del Periodismo

  • Portada
  • ACERCA DE NOSOTROS
  • RECOMENDACIONES
  • MUSEO VIRTUAL
  • CONTACTO

NUESTRAS RECOMENDACIONES

image84

PUBLIREPORTAJE

LETRAS DEL CENTRO HISTORICO

Librerías Tauro, 

Historia del libro y OFERTAS 

Ciudad de México

Lo Histórico del Centro 

Origen y Presente

Bardo de la Tauryna

El gran mural ‘México a través de los libros’

Trilogía del Centro Histórico 

-impresa y en venta-

Producido por

Distribuidora y librerías Tauro

Capítulo del 2do. libro de colección

  

Villa y Zapata visitan el Centro

Un tentempié en los azulejos  La Ópera y el balazo 

Antes de cabalgar conjuntamente en el año del 1914, por las calles del Centro Pancho Villa y Emiliano Zapata de los que recogeremos algunas notas las cuales como dirían los revisteros de la época, van de lo político a lo social, sí, es oportuno referirnos a que tanto ‘El Centauro del Norte’ como el ‘Caudillo del Sur’ ya habían pisado con anterioridad los adoquines del lugar, aunque el oriundo de Durango lo ha de haber hecho solo de paso a que las fuerzas armadas lo introdujeran en el palacio pero no en el Nacional sino en el de Lecumberri lo cual debió de haber sucedido allá por el año del 1912, y sea dicho no sería la primera vez que Villa pisara una cárcel, pues los registros penales registran a Doroteo Arango Arámbula, que era como en realidad se llamaba aquel infante como acusado de intento de homicidio en la humanidad de un ciudadano de apellido Benítez.

Años más tarde cuando ya contaba con diecisiete años, le metió cinco plomazos al aristócrata Agustín López Negrete, hijo del hacendado que les había tendido la mano desde siempre a la familia del matador en una de sus hacienda la de ‘Gogojito’ o en la de ‘Sombreretillo’, cuando la sangre se derramó el maloso puso pies en polvareda tomando pa’ la sierra donde se unió a una banda de bandoleros cuyo cabecilla era un tal Francisco Villa, el que adopto como su lugarteniente al granuja y a quien a su muerte le dejo el mando de los pandilleros y Doroteo pa’ seguir atemorizando con el nombre labrado con sangre, robos, violaciones se lo colgó como propio y a seguirle dando, años después ya con grado militar fue acusado de insurrección y robo, lo que motivo que lo trasladaran al Palacio Negro vecino del Centro, desde donde movió sus influencias pa’ que lo cambiaran a la prisión militar de Santiago Tlatelolco de donde se fugó.

Por su parte Emiliano Zapata por 1911 es recibido en el Palacio Nacional por el presidente esotérico y de ahí surge aquella advertencia que el sureño le lanza al primer mandatario; 

‘No, señor Madero. Yo no me levanté en armas para conquistar tierras y haciendas. Yo me levanté en armas para que al pueblo de Morelos le sea devuelto lo que le fue robado. Entonces pues, señor Madero, o nos cumple usted, a mí y al estado de Morelos lo que nos prometió, o a usted y a mí nos lleva la chichicuilota’.

Pero ese tocar base de ambos revolucionarios no guardo ni lejanamente el glamour de la visita a la que nos referiremos y que tuvo como arranque triunfal las inmediaciones del Bosque de Chapultepec, que pudo haber sido la Calzada La Verónica hoy los rumbos de Anzures, ya que es de suponerse Villa quien debió de haber llegado a la ciudad por vía ferroviaria a la estación de Tacuba de ahí en automóvil a donde seguramente ya lo estaban esperando el grueso de sus ‘Dorados’ y algunos de sus caballos favoritos los que por cierto disfrutaba con singular alegría, pues dicen que a montar, a balear y a mujerear nadie se la ganaba, Zapata se habría hospedado en el Hotel Providencia allá por San Lázaro o en El Reforma en Xochimilco y seguro llegó montado sobre los lomos de su equino en uno de los cuales en breve moriría.

El día 6 de Diciembre de 1914 Villa portando sobrio uniforme militar en azul marino, gorra rematada con el águila de mando y Zapata con traje de charro chaquetilla amarilla y sombrero ancho, bordado en oro, tomaron la avenida México – Tacuba, siguieron por Puente de Alvarado, Rosales, Av. Juárez donde estaba la estatua del caballito a donde se les unieron otros revolucionarios que venían por Reforma y ahí al pasar por la Alameda Central, cruzan San Juan de Letrán ya estando ahí vislumbran el Sanborns de los Azulejos ese que tiempo atrás lo habían fundado los hermanos estadounidenses Walter y Frank, originalmente solo como farmacia pero ya luego se destacó como merendero sirviendo sabrosas tazas con la especialidad que era el café y el chocolate espumoso acompañado de los deliciosos biscochos que ahí mismo horneaban los cuales fueron saboreado por los empistolados los que mientras sopeaban cocoles y conchas seguían la plática que habían comenzado el día anterior en aquella comida de viandas mexicanas a las que les dieron matarile en Xochimilco.

La cita en Palacio Nacional estaba pactada para las dos de la tarde, así que en tiempo andaban holgados como pa’ seguir trillando sus estrategias revolucionarias, afuera ambas tropas pajareaban y ¿cuál va siendo su sorpresa?, cuentan que del lado de la acera frontal de la Av. Cinco de Mayo a una cuadra descubrieron la famosísima cantina La Ópera y andando y cantando allá fueron a dar villistas y zapatistas de medio rango los cuales en lo de empinar el codo eran unos verdaderos generales y de ello hicieron gala hasta que se les apareció el ‘diablo’ y con esa voz tan de él, se debió de escuchar su característico -‘Haber muchachitos ya estuvo suave’- y pa’ vigorizar aquello el “Centauro del Norte” soltó el legendario tiro al aire que se incrusto en una de las esquinas del techo, aclaro que eso no le consta a la mayoría de quienes cuentan esa historia que desde entonces se convirtió en atracción turística, lo que sí debió de haber sido cierto es que Villa estuvo en la cantina de entrada por salida pues nunca fue su gusto el meterle al chínguere, lo de él eran las golosinas las que nunca le faltaban en sus bolsas.

Aquí vienen dos versiones diferentes sobre la ruta que tomaron rumbo al Zócalo una es en el sentido de que lo hicieron por la propia Cinco de Mayo donde está “La Palestina” tienda especializada en todo lo necesario pa’ los caballos y en cuya fachada esta la lujosísima amarradera u horcón de bronce donde también cuentan que los revolucionarios amarraron sus caballos, la otra ruta que también se barajea es la que accedieron por la calle todavía hasta esos momentos llamada de Plateros y aclaro lo del nombre porque ya en capítulos anteriores nuestro cronista Justo Bendito de la Cruz Yoltic nos platicó como en esa visita Villa le cambio el nombre por el de Francisco I. Madero, la realidad es que los contingentes eran tan nutridos que igual entraron al centro del Centro por ambas calles.

Como dato anecdótico y para la investigación queda la duda si fue Pancho Villa o Emiliano Zapata el que entro al Banco Nacional de México a pedir un préstamo pa’ la causa, el cual le fue concedido seguramente con el aval de su carabina, préstamo que cuentan pagó completito en la fecha pactada, ¡Esos hombres sí que tenían palabra! 

Pero que sí es real que al llegar a la Plaza de la Constitución le jalaron las riendas a los corceles y con todo y la banda de música tomaron pa’ la izquierda pasando por los portales de Mercaderes y tal vez fue que al llegar a ellos los lideres revolucionarios se desmontaron pa’ entrar a la famosa sombrerería Tardan, luego pasaron frente al edificio del Ayuntamiento y ahí donde estuvo la plaza del Volador, dieron vuelta buscando la entrada a palacio, aquello era cosa trascendental y por eso desde los balcones el presidente Eulalio Gutiérrez acompañado de los ministros que recién había nombrado y de un titipuchal de embajadores les daban las bienvenida a los valientotes.

Vino la comida Villa y Zapata sentaron al presidente en medio de ellos y ya con las tripas sosegaditas se dirigieron al Salón Presidencial, donde Pancho Villa diviso la silla que  había usado Porfirio Díaz e invito a Zapata a que se sentara en ella a lo que se negó el sureño, pronunciando aquello ‘La silla es mágica pues cuando alguien bueno se sienta al levantarse de ella se ha vuelto malo’, lo que al norteño le valió un reverendo cacahuate se sentó en ella, se destoco, ladeo su cabeza pa’ que el águila con su rayos triunfales en hoja de oro se viera a plenitud, mientras el maestro Agustín V. Casasola les tomo la foto

del recuerdo.

Y así quedo para la historia del Centro la visita que Pancho Villa y Emiliano Zapata realizaron al alimón.

 


Dr. León Bailón Urioste y del consorcio 

Distribuidora y Librerías Tauro S. A. de C. V.

con sede en la calle de Justo Sierra # 30

Centro Histórico, Ciudad de México.

Telf. 55 5702 - 5635 / 55 2616 – 6755

libreriastauro@prodigy.net.mx / leontauro1@hotmail.com 

Fotografías - Thalía Bailón

Variedad de multi Ofertas,

¡Visítenos! o contáctenos

LIBRERÍA TAURO

Dirección

Justo Sierra 30, Centro Histórico de la Cdad. de México, Centro, Cuauhtémoc, 06020 Ciudad de México, CDMX

Horario: 

Lun - Sáb. 9:00 a 18:00 hrs.
*Checar horarios por teléfono durante Pandemia Covid19


Teléfono:

55 5702 5635

55 2616 6755


Compras en Línea:

libreriastauro@prodigy.net.mx

leontauro@hotmail.com

LIBROS DE LINEA Y EN PISO OFERTAS DEL MES


Copyright © 2020 Letras del periodismo - Todos los derechos reservados.

Con tecnología de GoDaddy Creador de páginas web